Correr por la memoria de
papá: la otra historia detrás del deportista
Se
convirtió en el tercer triatleta argentino en la historia en competir en los Juegos Olímpicos.
Hijo de un desaparecido en democracia (año dos mil cuatro), nunca bajó los
brazos. Acá, la entrevista que le brindó al autor de este blog en
el dos mil nueve:“A la justicia y al poder político no le conviene que a nivel
nacional se sepa de esta desaparición forzada. Pero yo ya no voy a tener más a
mi padre”.
Nueve y veintiún minutos de la mañana, hora argentina. Martes siete de agosto de dos mil doce. Hyde Park, Londres, Inglaterra. Gonzalo (veintiséis años) cruza la meta soñada (puesto treinta y ocho - una hora, cincuentaiún minutos, siete segundos), la mirada cansada, algo húmeda por el sopor del
verano europeo. Mira más allá, al recuerdo que todavía lacera. Sabe que ha
llevado el apellido Tellechea muy lejos. Eso tal vez alivie un poco la herida
que sabe que no va a suturar jamás. Gonzalo sonríe. Es el único
sanjuanino en la historia, y el tercer argentino, en llegar a los Juegos
Olímpicos en la especialidad de triatlón. Pero Gonzalo es además hijo de un desaparecido
en democracia. La carátula de la causa es “desaparición forzada”. A Raúl se lo
tragó la tierra hace casi ocho años.
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En setiembre de dos mil nueve, un pibe flaco, de
estatura mediana, pero con la mirada firme espera sentado en una estación de
servicio cercana a Urquiza y Libertador, en el calor primaveral de San Juan.
Para ese entonces ya tiene el sueño de ser atleta olímpico, pero lo ve muy lejos.
Dejó la alta competencia durante cuatro años y se hizo profesor de educación
física, mientras en su mente trataba de armar ese rompecabezas que se deshizo
una noche también de setiembre. Gonzalo Tellechea se levanta de su silla y le da
un fuerte apretón de mano al periodista, a quien no conoce, pero lo atiende
como si fuera casi un amigo.
“El lunes veintisiete de setiembre de dos mil cuatro
mi viejo tiene una reunión con los directivos de la Mutual de la Universidad
Nacional de San Juan, en donde hubo algunas discusiones. Ese mismo día, después
de la reunión,se va a cenar a la casa de su pareja y tipo doce y media –ya en
martes veintiocho- sale hacia su departamento, en bicicleta. Después de esa
noche no se supo absolutamente más nada de él…”. La voz es tiesa, Gonzalo busca
detalles en el recuerdo de ese día que quedó como vacío intenso y eterno.
El joven de, por ese entonces, veintitrés años que ya
retomó sus entrenamientos, que se levanta a las cinco de la mañana para afrontar
cada jornada y que en diciembre va a ser declarado como “el deportista del año dos
mil nueve” en la provincia, aclara: “El único lugar de conflicto en la vida de
mi papá era la Mutual de la universidad, su lugar de trabajo”. ¿Conflicto por
qué? “Porque ya se quería ir, no le gustaba, se sentía incómodo, quería cambiar
de trabajo”.
Raúl Félix Tellechea tenía cincuenta y cinco
años,era ingeniero electromecánico, separado, padre de cuatro hijos y trabajaba
liquidando sueldos en la mutual, inclusive hacía programas para empresas de
liquidación de sueldos. Su familia lo empieza a buscar porque teme que se haya
descompensado por su condición de diabético. “Pero al
poco tiempo nos enteramos de esa reunión y a mi viejo lo denuncian por supuesta
falsificación de planillas, por cobrar sobresueldos por un monto de alrededor
de diez mil pesos… Quienes lo denunciaban eran sus compañeros de trabajo, que sabían
que nosotros lo estábamos buscando porque era
insulinodependiente. Ellos
pusieron énfasis en hacer pública la acusación y ahí ya nos empezamos a dar cuenta
por dónde venía la cuestión –continúa Gonzalo-. Para mí eso fue una maniobra
macabra para desviar la investigación porque, esas mismas personas después
fueron denunciadas por administración fraudulenta. Pasado un tiempo, por una cuestión
terminológica, no los enjuiciaron. Y a los tres años logramos que se le haga el
sobreseimiento a mí papá. Entonces está claro que quisieron desviar la
investigación, no investigar una desaparición forzada, sino a una persona que supuestamente
se había ido con plata”.
En un principio el caso Tellechea tenía la carátula de
“búsqueda de paradero”. Pero a los cuatro años la justicia sanjuanina la
cambió. “O sea que la justicia hoy no sólo dice que mi papá es inocente sino
que los que lo denunciaron siguen vinculados a su desaparición. A mi papá lo
hicieron desaparecer y ahora lo que se busca es quién lo hizo desaparecer” -dice
Gonzalo- “Creo que una de las trabas que ha habido es porque hay gente
relacionada con el poder y no permiten que se mueva la causa”.
-¿Te parece que tu papá supo algo que no debía
saber?
-Y sí... no sabemos exactamente. Pero que él sepa todo
sobre la Mutual, con la comisión que estaba en ese entonces y que esa comisión
después fuera denunciada por los afiliados por faltante de plata, es claro creo
que se enteró de algo. En esa reunión es muy posible que él no haya aceptado
vaya a saber qué cosa… En ese sentido él era muy recto. A los cincuenta y cinco
años andaba en bicicleta, nunca tuvo interés económico en su vida. Lo poco que
tenía me lo daba a mí y a mis hermanos para que estudiemos.
-En Radio Sarmiento dijiste que para vos al poder no
le conviene que se sepa qué pasó…
-Y obvio, hay personas de esa comisión de la mutual
que están relacionadas con el poder político, con el gobierno. Son personas que
todavía son investigadas por una denuncia por supuesta estafa y están vinculados
a una carátula como una desaparición forzada y es obvio que al poder le juega en
contra eso. Una carta de presentación así (a nivel nacional) no le conviene y eso
es lo que se tapa. A todos los periodistas que llamaban desde Buenos Aires
preguntando a la policía por este caso les decían que se trataba de un ingeniero
que se había ido con plata. Era la hipótesis que le convenía manejar a la
policía para no hacerse cargo de una desaparición forzada.
-¿Decían eso al poco tiempo de la desaparición de
Raúl o todavía lo siguen diciendo?
-No sé si siguen hablando. Después de eso los
periodistas no siguen dando vueltas, pasan a otra causa. Nosotros hemos hecho muchas
cosas a nivel nacional: a mi hermana (Mariana) la han ido a filmar a su casa en
Buenos Aires, le han hecho notas que después no salen.
-¿Medios importantes de Capital Federal?
-Sí, medios importantes. Entonces es obvio que hay un
freno. Hay periodistas respetados también, de los que uno dice ‘este no está con
nadie, se la juega’, pero tampoco… Obviamente que se han encargado de tapar y
se han encargado de insertar una versión a nivel nacional que no es cierta. No
van a decir que hay una desaparición forzada en San Juan, sólo se menciona lo
que pasó con Julio López.
-¿En estos cinco años sentís que han tratado de
callarlos?
-A mis hermanos les hicieron una querella, gente de
la mutual, por injurias y calumnias porque los hacen responsables de la
desaparición. Nosotros planteamos la hipótesis más fuerte, es sentido común, el
que no lo quiere ver es porque vive en otro planeta o vive engañado. Pero a mi
viejo es muy probable que lo hayan hecho desaparecer para que no hable de nada,
no diga nada y listo.
-¿En algún momento pensaron que el incendio que hubo
en el Rectorado podía tener relación con lo de tu papá?
-Se dijo en ese momento que podía tener relación,
pero nos pareció que había sido a destiempo y mi papá no estaba muy relacionado
con el Rectorado. También se dio el caso de un hombre que fue el único
procesado por la causa: (Nelson Sebastián) Cortez Páez. Después fue liberado porque
existía una doble figura: no podía ser que él estuviera procesado vinculado a
la desaparición de mi papá y por otro lado mi viejo tenía pedido de captura. Pero
ahora que mi papá no tiene pedido de captura y es inocente, creo que ese hombre
vuelve a tomar importancia.
-¿Cortez Páez es la persona que dice saber lo que pasó,
pero que después fue considerado un mitómano?
-Él dio una versión muy real. Lo llamó a mi hermano y
le contó una historia. Pero se escapó. Después dieron con él y lo detuvieron. Al
principio decía que no había hablado con mi hermano. Se hicieron las escuchas
telefónicas y sí lo había llamado. Se hizo el careo y decía que no conocía a mi
hermano. Hicieron un peritaje y supuestamente era mitómano. Pero a esa persona
yo creo que se la tiene que volver a indagar. Son las pocas cosas que hay y si
la justicia quiere llegar a la verdad debería agotar instancias.
-¿Te parece que mucha gente tiene miedo de participar de las marchas en San Juan?
-La gente en general apoya a su manera. Pero a
veces tiene miedo de ir a las marchas o es muy reacia a participar. Es medio
individualista y cree que está segura en la casa. Y al contrario, yo creo que
la forma de estar seguro es salir a reclamar. Si mi papá sabía algo y no lo
hizo público es uno de los motivos por los que puede haber desaparecido. Nuestro
análisis va más allá de la resolución del caso. Yo les digo: yo no voy a tener
más padre, ya no lo voy a volver a ver más, pero por una convicción propia, por
amor y principios voy a seguir hasta el final de esto. Si no se solucionan los casos
van a seguir habiendo desaparecidos en San Juan. Hay gente que no se da cuenta
de que si esto vuelve a pasar puede ser a cualquiera al que le toque.
-¿Has sentido miedo en algún momento, con las marchas
y con las declaraciones que hicieron con tus hermanos?
-No, miedo nunca. ¿De qué voy a tener miedo? La forma
de protegerse es hacer público todo y yo estoy seguro de lo que reclamo y creo
que es la forma de hacerlo. ¿Miedo?… si me tiene que pasar algo, que me pase,
así como me puede pasar a mí le puede pasar a cualquiera. Y yo estoy convencido
de esto y no voy a frenar nunca.
-¿Qué cambió en la vida de ustedes después de la
desaparición de Raúl?
-La vida cambia. El primer año fue una locura. Ahora
hacemos las marchas una vez al año, pero antes las hacíamos una vez por semana.
Además salíamos a buscar a mi papá, porque creíamos que podía estar por ahí y
pegábamos carteles y estábamos arriba de la policía todo el día. Era una
locura. Pero siempre tratamos de seguir con las actividades de cada uno, porque
es para lo que nos educaron. A mi papá lo hicieron desaparecer, pero él siempre
nos alentó con las cosas de la vida, que debíamos seguir adelante. Claro
que ahora no es de forma regular esto, porque cuesta. Pero nunca nos quedamos.
-¿Qué es lo que recordás de tu viejo que te da
fuerzas y te ayuda a seguir con tu vida?
-Mi papá era muy dedicado y tenía una entrega total
hacia nosotros. Él siempre nos incentivó, nos respetó y nos dio libertad para
elegir lo que quisiéramos. Nos encaminó a cada uno en lo que nos gustaba para que
lo hiciéramos de la mejor forma que se pueda. A Mariana la alentó con el arte, a
Mauricio con las matemáticas, a mí con el deporte y con mi hermano menor
siempre fue muy atento, que por ahí es el más afectado por todo esto que pasó
porque era muy chico.
El día en que desapareció Raúl Tellechea quedaron
todos sus documentos, el celular, los lentes y la insulina con la que se
medicaba todos los días. Gonzalo lamenta que pese a eso todavía haya quienes “quieren
seguir instalando que se fue” por su propia voluntad. Raúl era reservado, no
hablaba sobre su trabajo, pero había dicho que quería dejarlo y para eso tenía
nuevos proyectos en la Federación de Ciclismo (fue árbitro durante varios años)
y en otros ámbitos. “La lentitud de la justicia desespera. A los tres meses
tuvimos que pedir que vayan a ver el departamento de mí papá, porque lo
queríamos desalojar. Tres meses y todavía no habían ido ni al departamento... Es
obvio que no querían saber nada”, recuerda.
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Pocos días después de esa conversación del año dos mil nueve en una estación de servicio, otra vez fue veintiocho de setiembre y de nuevo, como cada año: gente en la plaza, la calle como pavimento que resiste al olvido y es testigo de otra noche de vacío. El juglar local Daniel Giovenco canta su tonada de viento social: "Raúl no está en la plaza". Punteo y punteo: "Y circo, eso sí, mucho circo". Pero: "Raúl no está en la plaza". Y la noche detiene la hora. Queda esa sensación amarga, ese sabor a lamento en el paladar. Pero no hay respuesta. Y sólo queda un mínimo de esperanza: algún día ganarán los que siempre pierden. Y justo en el inicio de un martes también, con toda una provincia expectante pegada a la TV, Gonzalo Tellechea cruzó la meta soñada, para la que se preparó durante años, a pesar del dolor. Y, como le enseñó Raúl, alzó sus brazos en el Hyde Park de Londres y miró al infinito: papá estuvo ahí, en el grito sordo y cerrado de los aplausos, en el aliento seco de su boca, en la sonrisa de todo San Juan que lo recibirá en caravana una vez más...
Pablo Zama