domingo, 21 de febrero de 2016

La familia de Adela Nievas pide justicia

Relato de un naufragio:

“El guía nos metió en las olas que mataron a mi hermana” 


Hace una semana, una sanjuanina murió al caer de la balsa en la que hacía rafting en Mendoza. Funcionarios de aquella provincia dijeron que no encontraron irregularidades. La familia repudió esos dichos. El dramático testimonio de Luis Nievas, el hermano de la víctima, que también iba en la balsa: “Le gritábamos ‘¡Adela, levantate por favor!’”. El dueño de la empresa, que se había presentado como chofer del colectivo, resultó ser un conocido andinista con vasta experiencia en la coordinación del turismo aventura.       


-El relato de Luis Nievas fue extraído de la entrevista que le hizo el autor de este blog en Radio Sports 89.9


“El colectivero le hacía reanimación y nosotros le gritábamos ‘¡Adela, levantate, por favor levantate!’. El guía nos había metido en esas olas y la balsa se dio vuelta”. Luis Nievas revive el trágico sábado 13 de febrero en el que las aguas del Río Mendoza y –según denuncia la familia- la impericia de una empresa local dedicada al turismo le arrebató la vida de su hermana, Adela Nievas (31 años), en un vuelco en el que la fatalidad le podría haber tocado a cualquiera, como una ruleta rusa cuya arma la carga la “viveza criolla”. “Queremos justicia, es lo único que pido”, repite Luis con entereza, pero con ojos tristes. En Uspallata, una joven administrativa de Tarjeta Data San Juan se iba para siempre, perdida en un naufragio cuyas aguas no terminan de calmarse por los dichos de algunos funcionarios de la provincia vecina.  


A la una de la tarde de aquel sábado Adela y Luis junto a sus parejas (Jorge Aníbal Correa y Gisela Romano respectivamente) y tres primos contrataron los servicios de Aventura Uspallata para conocer cómo era hacer rafting en el río de la vecina provincia. La aventura iba a terminar en desesperación y muerte. Hoy parece haber muchos adherentes al personaje bíblico Poncio Pilatos y una familia sanjuanina destruida.

“Vamos por esas olas”

“Los primeros ocho kilómetros (la mitad del recorrido) que hicimos en la balsa fueron muy tranquilos. Pero llegando a los dieciséis kilómetros, Alexis Oyola -el encargado- se separó mucho de la balsa de atrás. Lo último que tenemos en nuestra mente mis primos, Gisela y yo es lo que dijo el guía, cuando el río se ensanchaba y había una parte que era muy calma y otra en donde había muchas olas. Oyola dijo ‘vamos por esas olas, vamos que ahí están las más grandes’. Habré hecho un remo y ya me encontraba abajo del agua”, relata apesadumbrado el joven bartender y profesional gastronómico.   

En una nota, el diario mendocino El Sol nombra entre las 13 empresas habilitadas para practicar rafting en aquella provincia a Aventura Uspallata y replica lo que dijo el director de Desarrollo Turístico del Ente Autárquico de Turismo de Mendoza, Marcelo Reynoso, al asegurar que Adela falleció porque “entró en pánico”. Esto contrasta con lo que detalla Luis Nievas, más aún cuando en la misma nota se aclara que el guía “lanzó un bolso de auxilio que salvó al resto de los compañeros de aventura”. “Yo habré hecho tres kilómetros agarrado del gomón y él no hizo nada. Alexis Oyola había perdido hasta el remo porque yo le decía ‘por favor, tirá la balsa al costado’ y él me decía ‘no tengo remo’. No tenía nada para salvar a nadie y ni siquiera lo intentó”, aclara el barman. En un aparente intento por deslindar posibles responsabilidades gubernamentales, sorpresivamente –según lo indicado en diario El Sol- Reynoso aconsejó que las personas propensas al pánico no realicen este tipo de actividades que son de alto riesgo.

La nota periodística advierte que “la turista fallecida contaba con un seguro que le contrata la empresa de turismo aventura” y que esa institución es la que debe entonces “hacer frente al accidente”. Nievas desmiente esa información y cuenta que no firmaron ningún papel que especifique que estaban asegurados a la hora de la travesía.

“No podía respirar” 

Luis, que parece no creer todavía por lo que están pasando, continúa su dramático relato: “Yo decía ‘por favor, espero estar soñando’. Y escuché los gritos de Aníbal que decía ‘¡Vida, Vida, Vida!’, buscando a Adela. Entramos en desesperación, yo caí debajo de la balsa y me pude agarrar de la cuerda del gomón. No entendía nada, hasta que vi a Gisela que venía atrás mío y le empecé a gritar ‘¡Gisela, por favor agarrate de la cuerda de la balsa! ¡No te soltés Gisela, por favor!’. Levanto la cabeza y veo que iba a unos 200 metros delante mío mi hermana, con alguien más que no pude reconocer”.


Los tripulantes de la embarcación llevaban puestos los chalecos salvavidas, trajes de neoprene y cascos (que se les desajustaban a menudo). La empresa se encargó de informarles sobre algunas prácticas que debían realizar en caso de que la balsa se diera vuelta, pero en todo momento les dijeron que era casi imposible que eso pasara.    

Nievas  dice que ya con la embarcación volcada sobre el río, “Oyola se trepó a la balsa y entró en pánico. Eso produjo que nosotros nos pusiéramos peor. El mismo instructor no sabía qué hacer. Nos dijo ‘naden, naden’ y antes de subir a la balsa ya les habíamos dicho que ninguno sabía nadar. El guía que estaba encargado de la balsa de atrás -sigue contando Luis-, que se llama Cristian Sebastián Pastén, y otros turistas empezaron a remar más rápido y salvaron a Laura, mi prima, que es la primera que salió. Aníbal y Luis María (otro de sus primos) salieron por su cuenta”. 

El relato del hermano de la fallecida en Uspallata contrasta completamente con lo expresado por las autoridades mendocinas. Según diario El Sol “el Ente Autárquico no encontró irregularidades” en lo acontecido con los turistas sanjuaninos y Reynoso dijo que “cuando se trata de deportes de riesgo, son las mismas empresas las que tienen más cuidado y prefieren contar con todo en regla”, casi tocándole el timbre a Aventura Uspallata y pasándole la pelotita. Pero si se comprueba que la empresa falló será difícil explicar por qué le dieron la habilitación correspondiente. Aunque el titular de la Jefatura Provincial de Náutica de Mendoza, Marcelo Ríos, le dijo al programa radial “Buen Día Ciudadano” de FM Estudio Cooperativa que a Aventura Uspallata “no la teníamos como registrada, no estaba inscripta”. Esto rebate la información inicial.   


“Un hombre me larga una bolsa de auxilio y no la puedo agarrar. Entonces, como me había soltado de la balsa empecé a nadar como pude para la orilla del río. Salgo y siento que me empiezan a pegar muchas piedras en las piernas. No podía respirar, empecé a vomitar agua y no me podía mover. Pero sentía que tenía que hacer algo porque había dejado a toda mi familia en el agua. –Luis mira lejos buscando esos recuerdos que le caen como huellas dolorosas a la mente y al alma- Apareció un hombre de otra empresa y me ayudó a caminar. Corrimos hasta el colectivo que había quedado a más de trescientos metros. Hicimos unos tres kilómetros más. El colectivero dice ‘allá se ven varios cascos amarillos, me parece que han salido todos’. Hicimos otros trescientos metros corriendo para llegar al río y del otro lado se veían varios cascos amarillos y una persona tirada en el piso. La persona que estaba en el suelo era mi esposa. Empezamos a gritar preguntando si estaban todos bien y escuchamos a algunos gritar ‘están bien, están bien’. Preguntábamos si estaban todos y ninguno nos hacía señas. Uno de mis primos cruzó el río y dice ‘me parece que falta Adela’”.

Sus primos y su pareja le dijeron que no volvían a meterse al río porque tenían miedo, el pánico ganó la orilla. Todavía no visualizaban ayuda de las fuerzas de seguridad y pasaban los largos minutos sin que Adela apareciera. La incertidumbre crecía y las palpitaciones hacían que el corazón dé saltos de angustia y susto, en medio de ese caos.    

“¡Adela, levantate!”    

El relato del naufragio llega a su punto más triste: “Volvimos con Aníbal a la ruta, como podíamos, porque estábamos todos lastimados, ni siquiera podíamos correr rápido. Unos turistas chilenos nos acercaron en auto hasta el puente Bailey, que ahora está caído, y encontramos una casilla de Gendarmería. Por las radios de esa base escucho que habían encontrado a una persona. Hicimos unos cinco kilómetros más con los efectivos de Gendarmería antes de llegar al primer túnel. Y cuando la vi ahí (a Adela), ya estaba…”


“El colectivero le hizo reanimación”. Pero, ¿quién era el colectivero? “Después nos enteramos que era uno de los dueños de la empresa, se llama Gustavo Rubén Pizarro. Jamás nos dijo que era el propietario. Para nosotros era el colectivero. Él fue quien me había lanzado la bolsa de auxilio desde la orilla”. Gustavo Pizarro es además, junto a su hermano Roberto Daniel uno de los andinistas más conocidos y con mejor currículum de Mendoza. Los hermanos trabajan juntos y dirigen Aventura Uspallata desde hace más de 25 años, también son propietarios de Pizarro Expediciones y se dedican full time al deporte y turismo aventura. ¿Por qué no dijo que era el dueño de la empresa y, en cambio, se presentó sólo como chofer del colectivo? Los Pizarro son evidentemente grandes conocedores de estas actividades, entonces ¿por qué no hubo un protocolo de emergencia inmediata en el caso de Adela Nievas? Si Roberto y Gustavo trabajan desde hace más de dos décadas en este rubro, ¿por qué el titular de la Jefatura Provincial de Náutica de Mendoza asegura que no tenían registrada la empresa para realizar esas actividades?        

Luis se pregunta cuánto tiempo pasó desde que volcaron hasta que encontraron el cuerpo de su hermana: “Al menos una hora y media, y le practicaron una hora de reanimación”.   

Algunos medios mendocinos adhirieron en forma unánime a la versión de que la mujer falleció a causa de los golpes que recibió en la cabeza por las rocas que fue encontrando en el camino cuando el río se la llevaba. Pero la familia dice que no tenía ningún tipo de golpes, sólo raspones que delatarían las intenciones de Adela por aferrarse a algo para salir del agua. “Todavía no se da a conocer cien por ciento el informe de las pericias forenses, pero lo primero que sabemos es que no tiene ningún golpe en la cabeza, ni siquiera moretones en el cuerpo”, asegura Luis.

“El colectivero le hacía reanimación en el medio del río y desde la orilla de los cerros Aníbal le gritaba ‘¡Vida, levantate!’, yo le gritaba ‘¡Adela, levantate, por favor!, por favor…’ Yo veía que algo estaba mal. Gendarmería miraba”. Y Adela no se levantó. Se quedó ahí, para siempre, en una tarde fatal para la familia Nievas. Una tarde de verano que deja muchas preguntas sin respuestas, con visos de que hubo detalles que no se ajustaron, detalles que esfumaron proyectos, deseos, ganas de vivir de una joven sanjuanina que fue despedida por cientos de familiares y amigos porque su sello indeleble, según quienes la conocieron, fue brindarse siempre por el prójimo. “No pudimos estar en paz en estos días porque queremos justicia, es lo único que pido”, cierra al borde de las lágrimas su hermano.             


Pablo Zama