Relato de un
naufragio:
“El guía nos metió en las olas que mataron a mi
hermana”
Hace
una semana, una sanjuanina murió al caer de la balsa en la que hacía rafting en
Mendoza. Funcionarios de aquella provincia dijeron que no encontraron irregularidades.
La familia repudió esos dichos. El dramático testimonio de Luis Nievas, el
hermano de la víctima, que también iba en la balsa: “Le gritábamos ‘¡Adela, levantate
por favor!’”. El dueño de la empresa, que se había presentado como
chofer del colectivo, resultó ser un conocido andinista con vasta experiencia
en la coordinación del turismo aventura.
-El
relato de Luis Nievas fue extraído de la entrevista que le hizo el autor de
este blog en Radio Sports 89.9
“El colectivero le hacía reanimación y nosotros le
gritábamos ‘¡Adela, levantate, por favor levantate!’. El guía nos había metido
en esas olas y la balsa se dio vuelta”. Luis Nievas revive el trágico sábado 13
de febrero en el que las aguas del Río Mendoza y –según denuncia la familia- la
impericia de una empresa local dedicada al turismo le arrebató la vida de su hermana,
Adela Nievas (31 años), en un vuelco en el que la fatalidad le podría haber
tocado a cualquiera, como una ruleta rusa cuya arma la carga la “viveza
criolla”. “Queremos justicia, es lo único que pido”, repite Luis con entereza,
pero con ojos tristes. En Uspallata, una joven administrativa de Tarjeta Data San Juan se
iba para siempre, perdida en un naufragio cuyas aguas no terminan de calmarse
por los dichos de algunos funcionarios de la provincia vecina.
A la una de la tarde de aquel sábado Adela y Luis
junto a sus parejas (Jorge Aníbal Correa y Gisela Romano respectivamente) y tres primos contrataron los servicios de Aventura Uspallata para conocer cómo
era hacer rafting en el río de la vecina provincia. La aventura iba a terminar
en desesperación y muerte. Hoy parece haber muchos adherentes al personaje
bíblico Poncio Pilatos y una familia sanjuanina destruida.
“Vamos
por esas olas”
“Los primeros ocho kilómetros (la mitad del
recorrido) que hicimos en la balsa fueron muy tranquilos. Pero llegando a los
dieciséis kilómetros, Alexis Oyola -el encargado- se separó mucho de la balsa
de atrás. Lo último que tenemos en nuestra mente mis primos, Gisela y yo es lo
que dijo el guía, cuando el río se ensanchaba y había una parte que era muy
calma y otra en donde había muchas olas. Oyola dijo ‘vamos por esas olas, vamos
que ahí están las más grandes’. Habré hecho un remo y ya me encontraba abajo
del agua”, relata apesadumbrado el joven bartender y profesional gastronómico.
En una nota, el diario mendocino El Sol nombra entre
las 13 empresas habilitadas para practicar rafting en aquella provincia a
Aventura Uspallata y replica lo que dijo el director de Desarrollo Turístico
del Ente Autárquico de Turismo de Mendoza, Marcelo Reynoso, al asegurar que Adela
falleció porque “entró en pánico”. Esto contrasta con lo que detalla Luis
Nievas, más aún cuando en la misma nota se aclara que el guía “lanzó un bolso
de auxilio que salvó al resto de los compañeros de aventura”. “Yo habré hecho
tres kilómetros agarrado del gomón y él no hizo nada. Alexis Oyola había
perdido hasta el remo porque yo le decía ‘por favor, tirá la balsa al costado’
y él me decía ‘no tengo remo’. No tenía nada para salvar a nadie y ni siquiera
lo intentó”, aclara el barman. En un aparente intento por deslindar posibles responsabilidades
gubernamentales, sorpresivamente –según lo indicado en diario El Sol- Reynoso
aconsejó que las personas propensas al pánico no realicen este tipo de
actividades que son de alto riesgo.
La nota periodística advierte que “la turista
fallecida contaba con un seguro que le contrata la empresa de turismo aventura”
y que esa institución es la que debe entonces “hacer frente al accidente”. Nievas
desmiente esa información y cuenta que no firmaron ningún papel que especifique
que estaban asegurados a la hora de la travesía.
“No
podía respirar”
Luis, que parece no creer todavía por lo que están
pasando, continúa su dramático relato: “Yo decía ‘por favor, espero estar
soñando’. Y escuché los gritos de Aníbal que decía ‘¡Vida, Vida, Vida!’,
buscando a Adela. Entramos en desesperación, yo caí debajo de la balsa y me
pude agarrar de la cuerda del gomón. No entendía nada, hasta que vi a Gisela
que venía atrás mío y le empecé a gritar ‘¡Gisela, por favor agarrate de la cuerda
de la balsa! ¡No te soltés Gisela, por favor!’. Levanto la cabeza y veo que iba
a unos 200 metros delante mío mi hermana, con alguien más que no pude reconocer”.
Los tripulantes de la embarcación llevaban puestos
los chalecos salvavidas, trajes de neoprene y cascos (que se les desajustaban a menudo). La
empresa se encargó de informarles sobre algunas prácticas que debían realizar
en caso de que la balsa se diera vuelta, pero en todo momento les dijeron que
era casi imposible que eso pasara.
Nievas dice
que ya con la embarcación volcada sobre el río, “Oyola se trepó a la balsa y
entró en pánico. Eso produjo que nosotros nos pusiéramos peor. El mismo
instructor no sabía qué hacer. Nos dijo ‘naden, naden’ y antes de subir a la
balsa ya les habíamos dicho que ninguno sabía nadar. El guía que estaba encargado de la balsa de atrás -sigue contando Luis-, que se llama Cristian Sebastián
Pastén, y otros turistas empezaron a remar más rápido y salvaron a Laura, mi
prima, que es la primera que salió. Aníbal y Luis María (otro de sus primos) salieron
por su cuenta”.
El relato del hermano de la fallecida en Uspallata
contrasta completamente con lo expresado por las autoridades mendocinas. Según
diario El Sol “el Ente Autárquico no encontró irregularidades” en lo acontecido
con los turistas sanjuaninos y Reynoso dijo que “cuando se trata de deportes de
riesgo, son las mismas empresas las que tienen más cuidado y prefieren contar
con todo en regla”, casi tocándole el timbre a Aventura Uspallata y pasándole
la pelotita. Pero si se comprueba que la empresa falló será difícil explicar
por qué le dieron la habilitación correspondiente. Aunque el titular de la
Jefatura Provincial de Náutica de Mendoza, Marcelo Ríos, le dijo al programa
radial “Buen Día Ciudadano” de FM Estudio Cooperativa que a Aventura Uspallata “no la
teníamos como registrada, no estaba inscripta”. Esto rebate la información
inicial.
“Un hombre me larga una bolsa de auxilio y no la
puedo agarrar. Entonces, como me había soltado de la balsa empecé a nadar como
pude para la orilla del río. Salgo y siento que me empiezan a pegar muchas piedras
en las piernas. No podía respirar, empecé a vomitar agua y no me podía mover.
Pero sentía que tenía que hacer algo porque había dejado a toda mi familia en
el agua. –Luis mira lejos buscando esos recuerdos que le caen como huellas
dolorosas a la mente y al alma- Apareció un hombre de otra empresa y me ayudó a
caminar. Corrimos hasta el colectivo que había quedado a más de trescientos
metros. Hicimos unos tres kilómetros más. El colectivero dice ‘allá se ven
varios cascos amarillos, me parece que han salido todos’. Hicimos otros
trescientos metros corriendo para llegar al río y del otro lado se veían varios
cascos amarillos y una persona tirada en el piso. La persona que estaba en el suelo
era mi esposa. Empezamos a gritar preguntando si estaban todos bien y escuchamos
a algunos gritar ‘están bien, están bien’. Preguntábamos si estaban todos y
ninguno nos hacía señas. Uno de mis primos cruzó el río y dice ‘me parece que
falta Adela’”.
Sus primos y su pareja le dijeron que no volvían a
meterse al río porque tenían miedo, el pánico ganó la orilla. Todavía no
visualizaban ayuda de las fuerzas de seguridad y pasaban los largos minutos sin
que Adela apareciera. La incertidumbre crecía y las palpitaciones hacían que el
corazón dé saltos de angustia y susto, en medio de ese caos.
“¡Adela,
levantate!”
El relato del naufragio llega a su punto más triste:
“Volvimos con Aníbal a la ruta, como podíamos, porque estábamos todos
lastimados, ni siquiera podíamos correr rápido. Unos turistas chilenos nos
acercaron en auto hasta el puente Bailey, que ahora está caído, y encontramos
una casilla de Gendarmería. Por las radios de esa base escucho que habían encontrado
a una persona. Hicimos unos cinco kilómetros más con los efectivos de
Gendarmería antes de llegar al primer túnel. Y cuando la vi ahí (a Adela), ya
estaba…”
“El colectivero le hizo reanimación”. Pero, ¿quién
era el colectivero? “Después nos enteramos que era uno de los dueños de la
empresa, se llama Gustavo Rubén Pizarro. Jamás nos dijo que era el propietario.
Para nosotros era el colectivero. Él fue quien me había lanzado la bolsa de
auxilio desde la orilla”. Gustavo Pizarro es además, junto a su hermano Roberto
Daniel uno de los andinistas más conocidos y con mejor currículum de Mendoza.
Los hermanos trabajan juntos y dirigen Aventura Uspallata desde hace más de 25 años,
también son propietarios de Pizarro Expediciones y se dedican full time al
deporte y turismo aventura. ¿Por qué no dijo que era el dueño de la empresa y, en cambio, se presentó sólo como chofer del colectivo? Los Pizarro son evidentemente grandes conocedores de estas actividades, entonces ¿por qué no hubo un protocolo de emergencia
inmediata en el caso de Adela Nievas? Si Roberto y Gustavo trabajan desde hace
más de dos décadas en este rubro, ¿por qué el titular de la Jefatura Provincial
de Náutica de Mendoza asegura que no tenían registrada la empresa para realizar
esas actividades?
Luis se pregunta cuánto tiempo pasó desde que volcaron
hasta que encontraron el cuerpo de su hermana: “Al menos una hora y media, y le
practicaron una hora de reanimación”.
Algunos medios mendocinos adhirieron en forma
unánime a la versión de que la mujer falleció a causa de los golpes que recibió
en la cabeza por las rocas que fue encontrando en el camino cuando el río se la
llevaba. Pero la familia dice que no tenía ningún tipo de golpes, sólo raspones
que delatarían las intenciones de Adela por aferrarse a algo para salir del
agua. “Todavía no se da a conocer cien por ciento el informe de las pericias
forenses, pero lo primero que sabemos es que no tiene ningún golpe en la
cabeza, ni siquiera moretones en el cuerpo”, asegura Luis.
“El colectivero le hacía reanimación en el medio del
río y desde la orilla de los cerros Aníbal le gritaba ‘¡Vida, levantate!’, yo
le gritaba ‘¡Adela, levantate, por favor!, por favor…’ Yo veía que algo estaba
mal. Gendarmería miraba”. Y Adela no se levantó. Se quedó ahí, para siempre, en
una tarde fatal para la familia Nievas. Una tarde de verano que deja muchas
preguntas sin respuestas, con visos de que hubo detalles que no se ajustaron,
detalles que esfumaron proyectos, deseos, ganas de vivir de una
joven sanjuanina que fue despedida por cientos de familiares y amigos porque su
sello indeleble, según quienes la conocieron, fue brindarse siempre por el
prójimo. “No pudimos estar en paz en estos días porque queremos justicia, es lo
único que pido”, cierra al borde de las lágrimas su hermano.
Pablo
Zama