martes, 7 de agosto de 2012

Gonzalo Tellechea:



Correr por la memoria de papá: la otra historia detrás del deportista

Se convirtió en el tercer triatleta argentino en la historia en competir en los Juegos Olímpicos. Hijo de un desaparecido en democracia (año dos mil cuatro), nunca bajó los brazos. Acá, la entrevista que le brindó al autor de este blog en el dos mil nueve:“A la justicia y al poder político no le conviene que a nivel nacional se sepa de esta desaparición forzada. Pero yo ya no voy a tener más a mi padre”.   

Nueve y veintiún minutos de la mañana, hora argentina. Martes siete de agosto de dos mil doce. Hyde Park, Londres, Inglaterra. Gonzalo (veintiséis años) cruza la meta soñada (puesto treinta y ocho - una hora, cincuentaiún minutos, siete segundos), la mirada cansada, algo húmeda por el sopor del verano europeo. Mira más allá, al recuerdo que todavía lacera. Sabe que ha llevado el apellido Tellechea muy lejos. Eso tal vez alivie un poco la herida que sabe que no va a suturar jamás. Gonzalo sonríe. Es el único sanjuanino en la historia, y el tercer argentino, en llegar a los Juegos Olímpicos en la especialidad de triatlón. Pero Gonzalo es además hijo de un desaparecido en democracia. La carátula de la causa es “desaparición forzada”. A Raúl se lo tragó la tierra hace casi ocho años.

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En setiembre de dos mil nueve, un pibe flaco, de estatura mediana, pero con la mirada firme espera sentado en una estación de servicio cercana a Urquiza y Libertador, en el calor primaveral de San Juan. Para ese entonces ya tiene el sueño de ser atleta olímpico, pero lo ve muy lejos. Dejó la alta competencia durante cuatro años y se hizo profesor de educación física, mientras en su mente trataba de armar ese rompecabezas que se deshizo una noche también de setiembre. Gonzalo Tellechea se levanta de su silla y le da un fuerte apretón de mano al periodista, a quien no conoce, pero lo atiende como si fuera casi un amigo.

“El lunes veintisiete de setiembre de dos mil cuatro mi viejo tiene una reunión con los directivos de la Mutual de la Universidad Nacional de San Juan, en donde hubo algunas discusiones. Ese mismo día, después de la reunión,se va a cenar a la casa de su pareja y tipo doce y media –ya en martes veintiocho- sale hacia su departamento, en bicicleta. Después de esa noche no se supo absolutamente más nada de él…”. La voz es tiesa, Gonzalo busca detalles en el recuerdo de ese día que quedó como vacío intenso y eterno.

El joven de, por ese entonces, veintitrés años que ya retomó sus entrenamientos, que se levanta a las cinco de la mañana para afrontar cada jornada y que en diciembre va a ser declarado como “el deportista del año dos mil nueve” en la provincia, aclara: “El único lugar de conflicto en la vida de mi papá era la Mutual de la universidad, su lugar de trabajo”. ¿Conflicto por qué? “Porque ya se quería ir, no le gustaba, se sentía incómodo, quería cambiar de trabajo”.


Raúl Félix Tellechea tenía cincuenta y cinco años,era ingeniero electromecánico, separado, padre de cuatro hijos y trabajaba liquidando sueldos en la mutual, inclusive hacía programas para empresas de liquidación de sueldos. Su familia lo empieza a buscar porque teme que se haya descompensado por su condición de diabético. “Pero al poco tiempo nos enteramos de esa reunión y a mi viejo lo denuncian por supuesta falsificación de planillas, por cobrar sobresueldos por un monto de alrededor de diez mil pesos… Quienes lo denunciaban eran sus compañeros de trabajo, que sabían que nosotros lo estábamos buscando porque era  insulinodependiente. Ellos pusieron énfasis en hacer pública la acusación y ahí ya nos empezamos a dar cuenta por dónde venía la cuestión –continúa Gonzalo-. Para mí eso fue una maniobra macabra para desviar la investigación porque, esas mismas personas después fueron denunciadas por administración fraudulenta. Pasado un tiempo, por una cuestión terminológica, no los enjuiciaron. Y a los tres años logramos que se le haga el sobreseimiento a mí papá. Entonces está claro que quisieron desviar la investigación, no investigar una desaparición forzada, sino a una persona que supuestamente se había ido con plata”.

En un principio el caso Tellechea tenía la carátula de “búsqueda de paradero”. Pero a los cuatro años la justicia sanjuanina la cambió. “O sea que la justicia hoy no sólo dice que mi papá es inocente sino que los que lo denunciaron siguen vinculados a su desaparición. A mi papá lo hicieron desaparecer y ahora lo que se busca es quién lo hizo desaparecer” -dice Gonzalo- “Creo que una de las trabas que ha habido es porque hay gente relacionada con el poder y no permiten que se mueva la causa”.

-¿Te parece que tu papá supo algo que no debía saber?

-Y sí... no sabemos exactamente. Pero que él sepa todo sobre la Mutual, con la comisión que estaba en ese entonces y que esa comisión después fuera denunciada por los afiliados por faltante de plata, es claro creo que se enteró de algo. En esa reunión es muy posible que él no haya aceptado vaya a saber qué cosa… En ese sentido él era muy recto. A los cincuenta y cinco años andaba en bicicleta, nunca tuvo interés económico en su vida. Lo poco que tenía me lo daba a mí y a mis hermanos para que estudiemos.

-En Radio Sarmiento dijiste que para vos al poder no le conviene que se sepa qué pasó…

-Y obvio, hay personas de esa comisión de la mutual que están relacionadas con el poder político, con el gobierno. Son personas que todavía son investigadas por una denuncia por supuesta estafa y están vinculados a una carátula como una desaparición forzada y es obvio que al poder le juega en contra eso. Una carta de presentación así (a nivel nacional) no le conviene y eso es lo que se tapa. A todos los periodistas que llamaban desde Buenos Aires preguntando a la policía por este caso les decían que se trataba de un ingeniero que se había ido con plata. Era la hipótesis que le convenía manejar a la policía para no hacerse cargo de una desaparición forzada.

-¿Decían eso al poco tiempo de la desaparición de Raúl o todavía lo siguen diciendo?

-No sé si siguen hablando. Después de eso los periodistas no siguen dando vueltas, pasan a otra causa. Nosotros hemos hecho muchas cosas a nivel nacional: a mi hermana (Mariana) la han ido a filmar a su casa en Buenos Aires, le han hecho notas que después no salen. 

-¿Medios importantes de Capital Federal?

-Sí, medios importantes. Entonces es obvio que hay un freno. Hay periodistas respetados también, de los que uno dice ‘este no está con nadie, se la juega’, pero tampoco… Obviamente que se han encargado de tapar y se han encargado de insertar una versión a nivel nacional que no es cierta. No van a decir que hay una desaparición forzada en San Juan, sólo se menciona lo que pasó con Julio López.

-¿En estos cinco años sentís que han tratado de callarlos?

-A mis hermanos les hicieron una querella, gente de la mutual, por injurias y calumnias porque los hacen responsables de la desaparición. Nosotros planteamos la hipótesis más fuerte, es sentido común, el que no lo quiere ver es porque vive en otro planeta o vive engañado. Pero a mi viejo es muy probable que lo hayan hecho desaparecer para que no hable de nada, no diga nada y listo.

-¿En algún momento pensaron que el incendio que hubo en el Rectorado podía tener relación con lo de tu papá?

-Se dijo en ese momento que podía tener relación, pero nos pareció que había sido a destiempo y mi papá no estaba muy relacionado con el Rectorado. También se dio el caso de un hombre que fue el único procesado por la causa: (Nelson Sebastián) Cortez Páez. Después fue liberado porque existía una doble figura: no podía ser que él estuviera procesado vinculado a la desaparición de mi papá y por otro lado mi  viejo tenía pedido de captura. Pero ahora que mi papá no tiene pedido de captura y es inocente, creo que ese hombre vuelve a tomar importancia.
  
-¿Cortez Páez es la persona que dice saber lo que pasó, pero que después fue considerado un mitómano?

-Él dio una versión muy real. Lo llamó a mi hermano y le contó una historia. Pero se escapó. Después dieron con él y lo detuvieron. Al principio decía que no había hablado con mi hermano. Se hicieron las escuchas telefónicas y sí lo había llamado. Se hizo el careo y decía que no conocía a mi hermano. Hicieron un peritaje y supuestamente era mitómano. Pero a esa persona yo creo que se la tiene que volver a indagar. Son las pocas cosas que hay y si la justicia quiere llegar a la verdad debería agotar instancias.

-¿Te parece que mucha gente tiene miedo de participar de las marchas en San Juan?

-La gente en general apoya a su manera. Pero a veces tiene miedo de ir a las marchas o es muy reacia a participar. Es medio individualista y cree que está segura en la casa. Y al contrario, yo creo que la forma de estar seguro es salir a reclamar. Si mi papá sabía algo y no lo hizo público es uno de los motivos por los que puede haber desaparecido. Nuestro análisis va más allá de la resolución del caso. Yo les digo: yo no voy a tener más padre, ya no lo voy a volver a ver más, pero por una convicción propia, por amor y principios voy a seguir hasta el final de esto. Si no se solucionan los casos van a seguir habiendo desaparecidos en San Juan. Hay gente que no se da cuenta de que si esto vuelve a pasar puede ser a cualquiera al que le toque.

-¿Has sentido miedo en algún momento, con las marchas y con las declaraciones que hicieron con tus hermanos?

-No, miedo nunca. ¿De qué voy a tener miedo? La forma de protegerse es hacer público todo y yo estoy seguro de lo que reclamo y creo que es la forma de hacerlo. ¿Miedo?… si me tiene que pasar algo, que me pase, así como me puede pasar a mí le puede pasar a cualquiera. Y yo estoy convencido de esto y no voy a frenar nunca.


-¿Qué cambió en la vida de ustedes después de la desaparición de Raúl?

-La vida cambia. El primer año fue una locura. Ahora hacemos las marchas una vez al año, pero antes las hacíamos una vez por semana. Además salíamos a buscar a mi papá, porque creíamos que podía estar por ahí y pegábamos carteles y estábamos arriba de la policía todo el día. Era una locura. Pero siempre tratamos de seguir con las actividades de cada uno, porque es para lo que nos educaron. A mi papá lo hicieron desaparecer, pero él siempre nos alentó con las cosas de la vida, que debíamos seguir adelante. Claro que ahora no es de forma regular esto, porque cuesta. Pero nunca nos quedamos.

-¿Qué es lo que recordás de tu viejo que te da fuerzas y te ayuda a seguir con tu vida?

-Mi papá era muy dedicado y tenía una entrega total hacia nosotros. Él siempre nos incentivó, nos respetó y nos dio libertad para elegir lo que quisiéramos. Nos encaminó a cada uno en lo que nos gustaba para que lo hiciéramos de la mejor forma que se pueda. A Mariana la alentó con el arte, a Mauricio con las matemáticas, a mí con el deporte y con mi hermano menor siempre fue muy atento, que por ahí es el más afectado por todo esto que pasó porque era muy chico.

El día en que desapareció Raúl Tellechea quedaron todos sus documentos, el celular, los lentes y la insulina con la que se medicaba todos los días. Gonzalo lamenta que pese a eso todavía haya quienes “quieren seguir instalando que se fue” por su propia voluntad. Raúl era reservado, no hablaba sobre su trabajo, pero había dicho que quería dejarlo y para eso tenía nuevos proyectos en la Federación de Ciclismo (fue árbitro durante varios años) y en otros ámbitos. “La lentitud de la justicia desespera. A los tres meses tuvimos que pedir que vayan a ver el departamento de mí papá, porque lo queríamos desalojar. Tres meses y todavía no habían ido ni al departamento... Es obvio que no querían saber nada”, recuerda.

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Pocos días después de esa conversación del año dos mil nueve en una estación de servicio, otra vez fue veintiocho de setiembre y de nuevo, como cada año: gente en la plaza, la calle como pavimento que resiste al olvido y es testigo de otra noche de vacío. El juglar local Daniel Giovenco canta su tonada de viento social: "Raúl no está en la plaza". Punteo y punteo: "Y circo, eso sí, mucho circo". Pero: "Raúl no está en la plaza". Y la noche detiene la hora. Queda esa sensación amarga, ese sabor a lamento en el paladar. Pero no hay respuesta. Y sólo queda un mínimo de esperanza: algún día ganarán los que siempre pierden. Y justo en el inicio de un martes también, con toda una provincia expectante pegada a la TV, Gonzalo Tellechea cruzó la meta soñada, para la que se preparó durante años, a pesar del dolor. Y, como le enseñó Raúl, alzó sus brazos en el Hyde Park de Londres y miró al infinito: papá estuvo ahí, en el grito sordo y cerrado de los aplausos, en el aliento seco de su boca, en la sonrisa de todo San Juan que lo recibirá en caravana una vez más...    



Pablo Zama  

jueves, 7 de junio de 2012

Debate de madrugada



Otra forma de recibir el Día del Periodista   


Marcelo Alcaraz (periodista de El Diario de la República, de San Luis, y co-realizador del ciclo televisivo La Causa Humana) y Pablo Zama (redactor de Canal 5 de San Juan y autor del blog Fisuras de la calle) decidieron festejar su día escribiendo un breve diálogo por chat sobre sus opiniones respecto a la profesión.




-¿Por qué buscar historias? ¿Significa llenar un vacío? ¿Quién las lee?


MARCELO: Creo que un periodista busca una historia porque sabe que condensa todo lo que él necesita para su trabajo. La materia prima está ahí: los datos, el contexto, la interpretación de esos datos. Una historia bien contada traslada la riqueza humana de un hecho noticioso. El periodista está siempre detrás de una noticia, pero en una historia la noticia está desplegada en todas sus facetas. 
Toda historia llena un vacío: el vacío de la historia, que es el vacío del significado humano. No hace mucho decían que era el fin de la historia. A lo mejor el periodismo ayuda a que desterremos ese mito. Estamos llenos de historias y alguien tiene que contarlas. 
Es difícil pensar en quién va a leer eso que uno escribe. Una vez hablaba con una periodista mendocina que además era poeta. Ella decía que le gustaba el camino raro que tomaban sus libros. Que aparecían en la casa menos pensada. O que influían sobre humanos a quienes nunca hubiera conocido. Tal vez, en escala y salvadas las diferencias, una historia periodística tiene el mismo zigzagueo que la vuelve fascinante. 



PABLO: Me parece que también eso está muy ceñido con el perfil personal del periodista, que en esta profesión tiene una importancia especial. El periodista que busca historias es además un aspirante a escritor o sólo usa las herramientas de la literatura tratando de llegar a conocer al otro, que puede también ser él mismo. Contar para informar, dar a conocer el mundo de una persona, representa también cerrar momentos personales, huecos que no son visibles pero están todos los días con el profesional, conviven cada día con él. 



MARCELO: Si, coincido en que hay tipos más propensos a la narración. En cambio otros prefieren el dato despostado. Digamos: como si fueran carniceros prolijos y aplicados. En lo particular, creo que un periodista completa mejor su oficio si busca contar mejor su noticia.



PABLO: (Martín) Caparrós lo dice en un taller para periodistas: los límites entre literatura y periodismo se rompen, porque debe ser así en el estilo para narrar. Y los dos, escritores y periodistas, buscan, en el fondo, conocer al ser humano. 



MARCELO: Eso es interesante: la idea de conocer a otros seres humanos. Si no tenemos eso en la mira, seguro que nos equivocamos de enfoque.





PABLO: Creo que la rutina nos pone palos en las ruedas a veces. La urgencia hace que estrellemos las historias. El enfoque en la urgencia probablemente nos quite perspectiva de la noticia de fondo. 
Eso se da más en los medios radiales y audiovisuales, en donde la prisa es lo preponderante dentro de la competencia con los otros medios.



MARCELO: Sí, lo que me lleva a una pregunta: ¿podemos desdoblar el trabajo periodístico en capas? Digamos en etapas. La de la noticia, la del contexto y la interpretación de la noticia, y la de la narración completa de un hecho noticioso con sus consecuencias.



PABLO: Se puede hacer. Sobre todo en los medios gráficos, en donde se mastican mucho más las notas. Aunque esas etapas las fusiona muchas veces el periodista encargado de cubrir el acontecimiento. Esto es: escribir la noticia pero dándole un marco interpretativo a la vez. El seguimiento de la noticia puede ir revelando un contexto amplio en el que sucedió el acontecimiento también. Pero eso demora y la velocidad es cada vez mayor. Así que el periodista debe adecuarse en la actualidad a pasar de una noticia con su contexto a otra muy diferente en poco tiempo. Da un poco de temor pensar que la capacidad analítica que los medios digitales, por ejemplo, tienen de la realidad se vaya diluyendo a medida que la urgencia de velocidad aumente y la lectura rápida que se le ofrece al público sea la constante. 



MARCELO: Lo que está claro, me parece, es que un buen periodista debería ser capaz de trabajar en todas esas etapas. Eso es muy difícil. Por eso, creo, el oficio le viene mejor a uno con los años. 



PABLO: Es verdad, así como este oficio se digiere en la práctica, se cultiva en la calle y se afinca con los años, las historias también son de la calle, de donde el periodista nunca debe moverse. El trato interpersonal con la fuente. La experiencia no es todo en esta profesión, pero es muy importante. 



MARCELO: Yo creo que la base del periodismo está en la calle, es decir afuera, en donde las cosas pasan. Una historia puede estar en una oficina, pero no en la oficina del periodista. Sería raro que así fuera. Con los años, me doy cuenta de que la calle ayuda mucho. El barrio, el cordón de la vereda, el kiosquero. Uno hace la analogía: con varias coberturas encima, uno entiende que la mejor fuente de información muchas veces es la fuente menos pensada. 



PABLO: Y las mejores fuentes son las que más calle tienen. Siempre me acuerdo que una profesora en la universidad me decía que los taxistas son buena fuente de información. Entonces hablo bastante con ellos y a veces salen notas de esas charlas o el hilo que conduce hacia una noticia. 
Sobre todo cuando uno recién llega a un lugar que no conoce y debe hacer periodismo, se termina aferrando a la calle, es lo natural en cada persona. 





MARCELO: En eso uno está medio formateado a lo (Ryszard) Kapuscinski. Quiero decir: supone que lo esencial no está en los palacios. Lo esencial no termina siendo siempre lo palaciego. En todo caso la noticia puede nacer ahí. Pero esa noticia que nace en un palacio (y lo menciono como símbolo de una estructura de poder) siempre tiene un efecto sobre los humanos y las cosas que están debajo de él. 



PABLO: Bien. Justo a donde iba a ir yo también. La agenda, que tanto nos satura, nos quita algo de naturalidad en el tratamiento de los temas. Porque nos deja poco espacio y tiempo para llegar ahí abajo, adonde repercuten las acciones de los grupos de poder. 
Con el tema de las trabas a las importaciones, por ejemplo, vamos a la fuente formal que nos explica lo complejo del impacto en los mercados. ¿Pero vamos al pequeño comerciante a preguntarle cómo le llega esa decisión política? 



MARCELO: Los grupos o factores de poder existen y por lo visto van a existir por largo rato. Eso no es tan apremiante. Lo apremiante es el tiempo. Es cierto. Pero por eso uno a veces piensa en capas para el tratamiento de la noticia. El asunto consiste en una buena planificación. Ahí el rol central lo tienen las empresas periodísticas. Hasta qué punto son capaces de invertir en esa organización que nos daría más y mejor información.
Es un bajón cuando uno comprende que podría darle otro tratamiento a una noticia, mucho más rico, más íntegro, más humano, y encuentra el obstáculo del tiempo que apremia y la desorganización que pone un freno.



PABLO: Esta bueno ese punto, porque habría que plantearse como periodista si el pensamiento de las empresas en la era de la digitalización es que no van a necesitar tantos recursos humanos. 
Si es así, hay que mostrar que la cantidad y calidad periodística es necesaria y va a seguir siendo muy necesaria por más avances que existan en los recursos de publicación. Esto, si se quieren tratar todas las aristas y las capas de la noticia que vos planteás. Para darle un marco completo al tratamiento de los temas.



MARCELO: El problema es que siempre habrá problemas. Suena tonto, pero no lo es tanto. Lo que la mayoría se olvida es que, así como nosotros sólo queremos hacer periodismo y que nos paguen por ese trabajo, las empresas periodísticas quieren hacer sus negocios. En todo caso, mientras vivamos en este sistema capitalista y a nadie se le ocurra cambiarlo, están en todo su derecho a buscar ganancias. Ponen capital, quieren ganancias. Entonces aparecen las nuevas tecnologías y el fantasma de hacer periodismo sin periodistas. Eso no puede existir. Mejor dicho: las empresas periodísticas que lo intenten van a fracasar. No van a ninguna parte. 
Parte de un mal de esta época es esa voluntad de los poderes públicos y privados de deshumanizar al periodismo.



PABLO: Ahí está el combate que debe ganar el periodista que busca historias entonces.



MARCELO: El periodista es un ser humano. Mientras más formado esté, mejor podrá mirar un hecho noticioso. Para eso habrá que invertir: el Estado en educación, la empresa periodística en capacitación, en salarios, en viajes, en experiencia, en libertad. 
Lo que uno ve ahora es que llegó a la cumbre del poder una idea que ya rondaba en las universidades y academias: que el periodismo es un poder y por lo tanto debe ser regulado.
Eso es loco, porque hay una pequeña confusión en todo eso: el periodismo, en democracia, sirve como mecanismo de control de los poderes públicos y privados. Lo que pasa es que las empresas periodísticas hacen su juego. Pero ese es otro tema: no es un problema del periodismo. Es un problema de las empresas periodísticas y de la sociedad y de los gobiernos que consintieron esas prácticas de las grandes empresas periodísticas. 
Por supuesto que hay mala praxis también. O sea: hay buenos periodistas y malos periodistas. Pero de ahí a meterlos a todos en una misma bolsa y sacarles por eso el derecho a su trabajo, hay un largo y errado camino. 



PABLO: Y, por otro lado, el periodismo queda atrapado en los últimos eslabones de las luchas de poderes. Porque es el verdadero poder económico el que busca controlar las empresas periodísticas.



MARCELO: Todos los poderes quieren dominar al periodismo. Entonces montan sus empresas periodísticas. 
Esto viene del primer periódico argentino: La Gaceta. Hoy justo que cumple años. La Revolución de 1810 quiso su propio multimedio, digamos. Era el boca a boca, un periódico y algún que otro retrato. 



PABLO: Lo que cambió es el fin: ya no es político, de ideas, ahora es económico ese juego. Me la paso escuchando en los medios de comunicación la frase: "Esto es un negocio". 



MARCELO: Sí, en líneas generales es asunto de dinero. Pero también hay una puja cultural y discursiva. La imposición de una mirada sobre el mundo. Una cosmovisión, digamos. Que se parece bastante a una ideología. 



PABLO: La construcción del relato. Lo que está pasando ahora. 




MARCELO: El problema de eso es lo que hablábamos más arriba: ahora están borrados todos los matices. Entonces un periodista que trabaja en Clarín es un esbirro de Héctor Magnetto. Y no necesariamente es así. Ahí tiene razón (Jorge) Lanata, que además sabe de diarios porque fundó dos y fundió uno. Un diario es una organización demasiado compleja como para que un tipo o dos manejen todos los contenidos. Y la diversidad humana que coexiste en una redacción también es demasiado compleja como para simplificarla en la palabra esbirro. 



PABLO: Eliseo Verón hablaba de la construcción del acontecimiento como modo de usar todos los aspectos de un hecho para mostrar la noticia lo más completa posible, con el enfoque que le da el periodista. Pero ahora lo que se construye es el discurso y lo que es grave es cuando se ven intenciones de modificar hasta parte del pasado. 



MARCELO: Los mitos vienen de los griegos y de antes, supongo: esa tentación de construir la historia a medida parece que siempre estuvo en la mente humana. Creo que Kapuscinski decía que contar una historia era una lucha por dar significado a la experiencia. 



PABLO: El tema de la mirada desde afuera de las redacciones es así. Hay creencias de que se bajan líneas duras todo el tiempo sobre determinados temas. Y no es así, eso es desconocer lo que es una redacción de un diario. 



MARCELO: Todos queremos darle significados a la experiencia y eso es legítimo. El problema es cuando uno empieza a deambular por el terreno de la mitología. Lo que pasa es que les debe resultar tentador a muchas personas mirar a las redacciones como salas frías donde alguien les dicta a unos tipos qué es lo que deben escribir. 



PABLO: La línea editorial de cada medio existe. Pero eso no significa que el periodista está privado de todo tipo de libertades, de maneras de contar su noticia, de la forma de titular. 



MARCELO: No somos ingenuos tampoco: hay línea editorial en los medios; hay decisiones editoriales; hay recortes de la realidad porque mostrarla toda no se puede; hay edición de los textos periodísticos; hay enfoques divergentes sobre un hecho y saldrá publicado lo que ordenen los editores o sus superiores. Pero de ahí a atribuirles todos los males de un país o de una provincia a un diario, creo que hay un océano de distancia. 



PABLO: Además, con oficio, el periodista aprende a contar sin caer en la necesidad de llegar al grito que usan los medios alarmistas para decir lo que de todos modos se puede decir sin gritar. 



MARCELO: Para mí es así: la experiencia siempre te vuelve mejor profesional. Con el paso de los años no vas a ser peor. Como mucho, vas a ser igual. Pero nunca peor. Y si aprovechás el tiempo y las experiencias, no hay forma de errarle. 



PABLO: La frase que nos decía Alberto Amato (un gran cronista argentino, ganador del premio Rey de España y del premio de la FNPI) sobre que el periodista tiene todos los días un trabajo que a veces muestra fisuras en donde puede alimentar su ego de pluma rebelde es verdad. No todos los días se puede escribir lo que uno quiere y como quiere, pero se va teniendo, dentro de la estructura de la empresa periodística, algunas posibilidades de darse "gustos". 


MARCELO: En el fondo uno siempre sabe que en cualquier formato, en cualquier medio, en cualquier plataforma, habrá que seguir las mismas prácticas: el rigor, la precisión, la concisión, la claridad y la contrastación de fuentes. Menos que eso no sería periodismo.



jueves, 26 de abril de 2012

Caso Celeste Archerito



“Somos presos de la burocracia judicial”

Sebastián, el hermano de la chica de diecinueve años que murió atropellada en agosto del dos mil nueve en Rivadavia, asiste al cumpleaños de la impotencia: hoy el fallo del juez Eduardo Gil sopla su primera velita, pero el condenado está libre. Amargado, el joven dice: “Pareciera que Gustavo Cortez reventó a un perro contra un portón”.




Morocho, flaco, de mirada distante, atraviesa calle Santa Fe hacia el oeste llegando a la intersección con Salta en una bicicleta de carrera. La siesta de otoño que cesó su ruido en el recreo de la rutina que se toma San Juan, me aturde con esa imagen imprevista. El conductor de la bicicleta tiene una condena de tres años y ocho meses de prisión por manejar en estado de ebriedad, subirse a una vereda de calle Comandante Cabot en un Volkswagen Gol plateado y matar a una chica de diecinueve años.

Ese miércoles veintiséis de agosto de dos mil nueve, minutos antes de las nueve de la mañana, María Celeste Archerito iba, como cada día, a trabajar a la veterinaria de su primo. Le envió un mensaje de texto a su novio para que sepa que había llegado bien hasta Rivadavia, pero no pudo reenviárselo a su madre porque el auto la estampilló contra un portón. Gustavo Fabián Cortez, de veintiséis años, goza de la libertad pese a que hoy se cumple un año de la condena que le aplicó el juez Eduardo Gil, del segundo juzgado Correccional de San Juan.  

La imagen me deja perplejo un segundo esa siesta de día martes otoñal, porque tres días antes, micrófono de por medio, un hombre robusto de veintisiete años, barba, corte de pelo al estilo metalero, con la voz a punto de quebrar y la mirada espesa, me decía: “Pareciera como que Cortez reventó a un perro contra un portón”. Pausa. No pide nada en el café y se niega a que le invite algo. El joven que tiene en sus manos una pancarta con la cara de esa linda chica, rubia, alegre, que hace casi tres años dejó de sonreír para siempre, es Sebastián, el hermano compinche de Celeste.


Siete paros cardíacos: Celeste muere en el hospital 

“Cuando paso por el lugar en donde atropellaron a mi hermana cierro los ojos y agacho la cabeza. Siento un dolor inmenso, porque me la imagino tirada, el portón abierto y ese tipo borracho adentro del auto pidiendo que lo auxilien a él y no a Celeste”, cuenta Sebastián.  

Faltaban pocos minutos para las nueve de la mañana del miércoles veintiséis de agosto de dos mil nueve. Remedios Moyano no recibe el mensaje de texto habitual de su hija antes de entrar a trabajar. Entonces empieza a llamarla, pero del otro lado no hay respuesta. “Cuando me llama mi hermana Carolina me voy a Urgencia del Hospital Rawson y la veo a Celeste en la camilla, con toda la ropa destrozada y con los médicos trabajando encima de ella. Mi primo nos cuenta que se la había llevado por delante un ebrio que venía manejando en sentido contrario y que se subió a la vereda”, recuerda. La joven tiene un derrame interno. Los médicos le piden permiso a la familia para operarla. Los cirujanos descubren que el vaso está reventado, el hígado destrozado y un pulmón totalmente cubierto de sangre.

“Sale un médico y nos dice que estaba estable, aunque había tenido algunos paros cardíacos durante la operación –cuenta Archerito-. Pero después lo llaman de urgencia y al rato vuelve y nos dice que por los siete paros Celeste no había sobrevivido”. A las seis y media de la tarde de ese miércoles, la joven profesora de arte escénico y declamación, además estudiante de Administración de Empresas y Contador Público Nacional en la Universidad Nacional de San Juan, dejó de respirar: “Al momento de fallecer tenía un coágulo del tamaño de un puño en la cabeza, las primeras vértebras de la columna y la muñeca quebradas y varios órganos ya no servían”. 

A partir de ahí la vida de los Archerito dio un vuelco inesperado. Llegaron las marchas para pedir justicia y el aprendizaje de toda esa telaraña judicial que desconocían. Para Sebastián todo cambió abruptamente: su hermana más chica se había ido para siempre. 


El laberinto: enrejados 

“¡Tomá por hijo de puta, ahora vas a ir en cana!”, gritó ante las cámaras de televisión cuando los periodistas le preguntaron cuáles eran sus palabras para Gustavo Cortez, a quien sólo nombra como “el asesino de Celeste”. Fue el veintiséis de abril de dos mil once, cuando Sebastián (el tercero de los cuatro hermanos Archerito) por consejo de su madre y del abogado Pablo Flores no presenció el juicio. Esperó afuera de Tribunales el veredicto del juez Eduardo Gil. Cuando le dijeron que el acusado había sido condenado estalló en lágrimas. En ese momento se trataba de un fallo histórico para una provincia acostumbrada a que las penas queden en suspenso en este tipo de casos.

Pero esa euforia iba a ser aplastada pocos días después por las presentaciones de la defensa del sentenciado que retrasaron el cumplimiento efectivo de la condena. Así, Sebastián y su familia empezaron a transitar un laberinto judicial que parece emular a un relato borgiano: es difícil tener certezas sobre la salida del túnel. El desahogo del día del juicio se perdió envuelto en la humareda de papeles e idas y vueltas que hoy entre gallardetes y globos sombríos celebran su primer año.
 
Zama - ¿Se sienten presos, enrejados por esa burocracia judicial?

Archerito - Sí… porque no podemos hacer nada. El Código Penal permite tener todo ese tipo de plazos y de chanteríos que los abogados pueden presentar para que su defendido siga gozando de la libertad.


Inmediatamente después de conocida la sentencia, la defensa de Cortez tuvo el tiempo que otorga la justicia para apelar el fallo (además de los años de cárcel también quedaba inhabilitado por siete años para manejar). El abogado Leonardo Villalba hizo uso de esa instancia pero la pena no fue modificada. “Ellos realizaron otra presentación en diciembre y fue la mayor falta de respeto que tuvieron hacia nosotros. A fines de noviembre ya los habían notificado de que les denegaban el pedido de casación –un recurso para anular una sentencia por considerarla incorrecta en su interpretación o aplicación- y les dieron diez días hábiles para hacer alguna otra presentación”, rememora con impotencia el hermano de Celeste. 

A las once de la mañana del último día de ese plazo, Villalba se presenta en Tribunales y renuncia como abogado defensor. A Gustavo Cortez le otorgan cinco días hábiles más para que presente a otro profesional: Federico Rodríguez. El nuevo defensor a su vez eleva una nota pidiendo una extensión de plazo para interiorizarse del caso y después, llegando a fines de diciembre, Rodríguez presenta una nueva solicitud de casación “con, prácticamente, el mismo argumento que el de Villalba: que su defendido es joven, estudia y trabaja y que no tiene antecedentes policiales…”. Llega la feria judicial y se paraliza el traslado del sentenciado al Instituto Penitenciario Provincial. Pasado ese receso, los integrantes de la Corte de Justicia de San Juan, Adolfo Caballero, Juan Carlos Caballero Vidal y Abel Soria Vega analizan la presentación. Si los magistrados determinan la revisión de la pena, ésta deberá ser argumentada en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Si, en cambio, el pedido de casación no es aceptado, el juez Eduardo Gil deberá mandar a detener al condenado libre.

Pasan los meses y la euforia del joven y su familia por la condena se desvanece entre las sombras que cubren el ocaso de cada día que pasa silencioso clavándoles en el alma aún más el puñal de la impunidad. “Mi hermana todavía no puede descansar en paz”, dice el único hombre de la familia. Su padre murió cuatro años antes que Celeste.


La probation, batalla ganada

Además del veintiséis de agosto de dos mil nueve y del veintiséis de abril del año pasado, para los Archerito otra fecha que pasó a ser importante es el trece de mayo del dos mil diez. Ese día en Tribunales salió la resolución que indicaba que para ese caso no se iba a aplicar la probation, un recurso judicial que permite la excarcelación del condenado a través de la asignación de tareas comunitarias específicas que debería realizar por un tiempo determinado. Eso fue solicitado por el abogado defensor de Gustavo Cortez antes del fallo del doctor Gil.

“Cuando nos enteramos de qué se trataba la probation nos pareció una burla. Entonces desde ese momento empezamos a hacer una vigilia en la puerta de tribunales exigiendo que no se aplicara a los accidentes de tránsito”, explica Sebastián. El joven cuenta además que Cortez hizo una presentación que incluía el pago de una suma de dinero en cuotas y la realización de tareas comunitarias en una escuela. 

Después del reclamo durante cuarenta días de los Archerito junto a otras familias que sufren casos similares, la justicia sanjuanina sacó una resolución en donde especificaba que en las penas en donde exista inhabilitación debe dejarse sin efecto la posibilidad de que el acusado acceda a la probation.

Ya nada será igual

“En estos días hemos estado haciendo salsa de tomate en mi casa y nos acordábamos de mi viejo y de Celeste, porque toda la familia se reunía siempre para eso. Son recuerdos muy dolorosos para nosotros”. Sebastián Archerito dice que el golpe que recibió con la muerte de su hermana menor lo cambió mucho: “Me di cuenta de que nadie tiene comprada la vida, por más plata, por más salud que uno tenga... porque podés ir caminando por la calle y viene un tipo en un auto y te revienta como un perro”.

Después del fallecimiento de su padre, Sebastián pasó a cumplir un rol más importante sobre Celeste. “Es un dolor imposible de borrar porque ella para mí era la hermana con la que tenía más llegada. Era la nena mimada de toda la familia. Hay días en que estoy mal, re pinchado. Pero adelante de mis otras hermanas y de mi vieja capaz que no lo muestro mucho, para protegerlas. Aunque siento eso de no poder desahogarme, de no tener todavía un duelo como corresponde”, confiesa ese joven de veintisiete años de mirada transparente pero endurecida, que asegura que le cuesta muchísimo salir a la calle de noche porque no soporta ver a la gente tomando de más. “A mi hermana la asesinó un borracho. Por eso ahora, por ejemplo, si mis amigos se ponen a tomar, yo directamente me voy a mi casa, no los puedo ver, me cuesta mucho”.  
         
Zama - ¿Seguís creyendo en la Justicia a pesar de todo?

Archerito - Y…  mirá, no me queda otra que creer, que confiar que en algún momento esto va a cerrar y va a haber justicia. 

Zama - ¿En algún momento tuviste miedo de encontrarlo en la calle a Gustavo Cortez y perder el control?

Archerito - Tengo miedo de verlo y no saber medirme. Pero yo no me voy a ensuciar las manos por un tipo como ese. Aunque con todo lo que ha pasado me costaría mucho verlo. Una de mis hermanas lo ha visto y una prima se lo ha encontrado en un boliche comprando un copón de cerveza.

Zama - O sea que sigue tomando…

Archerito - Sí, y a mi prima le sonrió como sobrándola. Porque el tipo tiene el privilegio de gozar de la libertad estando condenado, ¿viste? Además, fíjate en las notas periodísticas con la soberbia con la que se maneja, porque él ya nos ha perdonado, eh?...

Zama - ¿Cómo?, ¿no les pide disculpas sino que los perdona?

Archerito - Claro, después de decir un montón de barbaridades en una nota, aclaró que ya nos ha perdonado y que si su perdón no nos es suficiente todavía tenemos el perdón de Dios, comparándose no sé con quién….

Zama - ¿En todo este tiempo tuvieron algún llamado telefónico o alguna comunicación de la familia Cortez?

Archerito – No, nada. Es más, ni llamados del abogado.


El nueve de marzo Celeste debería haber llegado a sus veintidós años, pero en agosto va a cumplir tres de fallecida y hoy quien la atropelló, hace un año que es un condenado libre.

El caso Archerito con el paso del tiempo se tornó emblemático en San Juan de una cantidad significativa de muertes que existen con el sello de la negligencia en siniestros viales y que aún no tienen a los culpables tras las rejas. Su mamá y sus hermanas Marianela y Carolina junto a Sebastián se unieron a "Los familiares de víctimas de accidentes de tránsito" para crear consciencia y pedir justicia en cada uno de los casos.

Para el hermano de la chica, la herida que se abrió el veintiséis de agosto de dos mil nueve no cerrará jamás: “Lo único que puede suceder es que el dolor se calme un poco nomás, y eso va a pasar cuando vea a Gustavo Cortez entrando al Penal de Chimbas. Eso nos va a permitir cerrar una ventana en todo este tema. Cerrar el libro de esta parte de mi vida y empezar otro, pensando en cómo encaro todo lo que viene a pesar de este dolor”.





Pablo Zama